NÁPOLES
Asentada al fondo de su golfo con la silueta del Vesubio como telón de fondo, la legendaria ciudad de la sirena Parténope fue fundada por los griegos. A lo largo de estos tres últimos milenios ha visto desfilar a todo tipo de invasores sin llegar a someterse nunca realmente. Entre obras maestras museográficas y tesoros aún insospechados, la ciudad forma un collage arquitectónico en el que se superponen lienzos de muros griegos, columnas romanas, palacios barrocos y edificios del s. XIX. Musa inspiradora, Nápoles compone un universo en el que las historias se confunden y en el que el amor por el arte es infinito
Las esculturas grecorromanas provienen de Pompeya o Herculano y de la colección Farnese, heredada por Carlos III de su madre, Elizabeth Farnese. Las piezas más hermosas son la magnífica estatua de Hércules, el enorme Toro Farnese, que provienen de las termas de Caracalla en Roma, y la Artemisa de Efeso, cuyos múltiples senos explican que la diosa se convirtiera en la santa patrona de la cofradía de las nodrizas. Entre los mosaicos, que son muy variados, hay dos pequeñas escenas realistas de Dioscórides de Samos que son extraordinarias, así como los mosaicos hallados en Pompeya en la casa del Fauno y la batalla de Alejandro La villa de Pisón de Herculano pertenecía al suegro de César, que había convertido su residencia en un verdadero museo. Cerca de 800 papiros nutrían la biblioteca y estatuas de bronce llenas de vida adornaban el peristilo de la villa. También destacan las hermosas colecciones de marfiles y plata, sobre todo un espléndido vaso azul. El pórtico, el ekklesiasterion y el sacrarium del templo de Isis están parcialmente reconstruidos. Los frescos de las paredes representan naturalezas muertas relacionadas con el culto de la diosa egipcia. Por último, la principal atracción de la visita: los soberbios frescos de Pompeya, Herculano y Stabies. La diversidad de estilos y colores permite imaginar la riqueza decorativa de los interiores romanos. Los temas están a menudo inspirados en la mitología, la tragedia o los poemas épicos y enmarcados por perspectivas arquitectónicas, frisos de amorcillos, sátiros y ménades.
Estas salas del Museo Arqueológico Nacional albergan bellísimos frescos procedentes de Pompeya, Herculano y Estabia. Su diversidad de estilos y la variedad de sus colores dan fe de la riqueza de las artes decorativas romanas. Espléndidas pinturas inspiradas en la mitología (mitos de Hércules, Ariadna), la tragedia (Medea, Ifigenia) o poemas épicos enmarcadas por lo general por perspectivas arquitectónicas y frisos de amorcillos, sátiros y ménades
El edificio, construido bajo el reinado de Carlos de Borbón en 1737, posee una austera fachada neoclásica añadida en 1816. Esta aparente austeridad disimula en realidad un interior de insólita riqueza. La ópera más antigua de Italia está en efecto totalmente decorada con estucos, artesonados dorados y terciopelos rojos. Puede acoger a 3 000 espectadores repartidos en seis pisos y es famosa por la perfección de su acústica y la calidad de sus espectáculos.
Spaccanapoli es una calle estrecha y recta que, como su mismo nombre indica, corta el antiguo Nápoles en dos. Constituida por las calles S. Benedetto Croce, S. Biagio dei Librai y Vivcaria Vecchia, es el eje principal de la ciudad vieja, un dédalo de calles estrechas y sombrías, animadas y pintorescas, flanqueadas por altas casas con balcones de hierro forjado. Estas populares calles le permitirán adentrarse en los entresijos de gran parte de la historia napolitana, desde la época greco-romana hasta el s. XVIII.
Tras bajar 121 escalones, la visita discurre por las galerías subterráneas (a 30-40 metros de profundidad) que en el s. IV a.C. los griegos excavaron en la toba para construir las murallas de la ciudad. Más adelante se ve el acueducto romano, que hasta 1885 estuvo abasteciendo de agua a Nápoles. El circuito conduce luego a varias cisternas construidas por los griegos, una de ellas transformada en bodega y utilizada hasta 1952 por el claustro de San Gregorio Armeno. La visita acaba en el teatro romano (ss. I-II) descubierto en 2002
El pequeño puerto de Santa Lucia ha conservado todo su encanto, escondido entre un islote rocoso y el espigón que lo une a la orilla. El castel dell'Ovo, o "castillo del huevo", es una severa construcción normanda, modificada por los angevinos, que debe su nombre al huevo mágico que Virgilio habría ocultado en sus muros y cuya destrucción ocasionaría la de todo el edificio. Desde el puerto, podrá gozar de una magnífica vista del Vesubio, y al caer la noche, de los edificios iluminados del Vomero y del Pausilipo.
En el año 79 era un tranquilo puerto pesquero poblado por artesanos y por algunos patricios que veraneaban a orillas del magnífico golfo de Nápoles. Ese año se produjo una terrible erupción y un torrente de lodo cubrió toda la ciudad sembrando la muerte y la desolación. Pero el lodo hizo las veces de caparazón protector, y las maderas, que en Pompeya se quemaron, aquí se conservaron como testimonio de cientos de vidas truncadas.
Las termas de ERCOLANO , de modestas dimensiones, datan de la época de Augusto. Se visitan el baño de los hombres, con la palestra, los vestuarios, el frigidarium (bóveda adornada de frescos), el tepidarium y el caldarium, y después el baño de las mujeres, donde podrá ver la sala de espera, el vestuario con pavimento de mosaico donde está representado Tritón, el tepidarium (cuyo mosaico del suelo evoca un laberinto) y el caldarium... Nada o casi nada parece haber cambiado desde aquel aciago día del año 79...
En el año 79 d.C. una enorme erupción del Vesubio sepultó la próspera ciudad de Pompeya –al mismo tiempo que Herculano y Estabia– que quedó sepultada hasta el s. XVIII bajo una espesa capa de cenizas. Paradójicamente, Pompeya debe a esta catástrofe el haber llegado hasta nosotros en un estado casi perfecto. Por su amplitud y variedad, por la belleza del paisaje que las rodea, las ruinas de Pompeya permiten imaginar sin esfuerzo cómo eran las ciudades de la época imperial.
Las termas más antiguas de Pompeya (s. II a.C.) incluían una sección para las mujeres y una sección para los hombres. En la palestra había un vestuario y una piscina (a la izquierda). Al fondo a la derecha comienza el baño de las mujeres: vestuarios con compartimentos para ropa, tepidarium (sala templada) y caldarium (sala caliente). Pasando la sala donde se encuentra la calefacción central está el baño de los hombres, que posee vestuarios bien conservados, frigidarium, tepidarium y caldarium, y una hermosa decoración de estucos.
Al Foro se llega al poco de franquear el perímetro de las excavaciones por la Porta Marina, que antaño daba acceso a la ruta que conducía al mar. Aquí, en esta inmensa plaza peatonal, se celebraban las ceremonias religiosas, se impartía justicia, se debatían asuntos públicos y se realizaban negociaciones comerciales. El foro, pavimentado con grandes losas de mármol y realzado por estatuas de emperadores, estaba rodeado por tres lados de un pórtico de columnas y flanqueado por los principales monumentos públicos de la ciudad antigua, de la cual quedan aún en pie impresionantes vestigios: la basílica (que no tenía la más mínima función religiosa: aquí se resolvían los pleitos comerciales y judiciales), era el edificio más grande de Pompeya (67 m x 25); el templo de Apolo, con copias de estatuas de Apolo y Diana halladas in situ (los originales están en el museo de Nápoles) y, como telón de fondo, el majestuoso y pacífico Vesubio. El Templo de Júpiter, enmarcado por dos arcos de triunfo hoy desprovistos de sus mármoles, estaba consagrado a la "tríada capitolina", compuesta por Júpiter, Juno y Minerva; muy bellos son también el macellum, o gran mercado cubierto, el Templo de Vespasiano y el edificio de Eumaquia, al cual se accede por una bonita portada cuya cornisa de mármol está esculpida con motivos vegetales. Los perros vagabundos deambulan tranquilos entre las ruinas una vez que los humanos (que aquí se mueven en grupos acaudillados por guías con parasol) abandonan el lugar al final del día y vuelven, como los habitantes de antaño, a sus asuntos.
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La casa de los Vettii es la más hermosa de Pompeya. Fielmente reconstruida ( incluso el tejado del atrio), posee un delicioso jardín embellecido por estatuillas, pilones y surtidores de agua. Los frescos del triclinium, que representan escenas mitológicas, y los frisos de amorcillos ocupados en tareas domésticas, figuran entre los más bellos de la Antigüedad
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